José María Bengoa
Seria imposible tratar de ahondar este tema en toda su amplitud, que contiene, sin embargo, tantas facetas y sugestiones para el espectador.
En las conversaciones diarias brota el tema apasionante de la crisis de la humanidad en la época actual, y como es natural, nadie está de acuerdo salvo en aceptar que el hecho es cierto: la humanidad está en conflicto.
Posiblemente la característica de la crisis de los tiempos modernos la constituyen la depresión de los valores morales peligro de la pérdida de la libertad espiritual.
El análisis de las causas que han motivado esta depresión que se viene acentuando día a día, sería campo propicio para que la psicología social lo abordara con empeño y decisión. No basta que una elite establezca normas éticas o deontológicas; parece necesario que la ciencia psicosocial intervenga de forma más amplia y decidida con la colaboración precisa, en indagar las causas que vienen condicionando la crisis de nuestro tiempo.
Aunque en todas las épocas parece que el hombre ha pasado por momento difíciles, y se ha planteado el problema en forma parecida a la actual, hay sin embargo un hecho diferencial que lo distingue de las confusiones habidas en épocas anteriores y es que en la vida actual lo que conduce al dislocamiento, el desajuste de la sociedad es, con palabras de Mateo Alonso, la falta de correlación entre el avance de la ciencia y el progreso ético.
La ciencia viene corriendo más de prisa que lo que la sociedad puede soportar o tolerar en su avance.Hace veinte siglos el cristianismo, como nuevo sistema de conducta, rompió con fuerza inigualable los duros y rígidos moldes que sostenían a la humanidad, dándole al hombre el profundo valor que tiene como ser individual y social.
También la crisis del Renacimiento dio lugar a profunda confusión ante las nuevas teorías que fueron surgiendo revolucionando los conceptos clásicos. Pero fué en todo caso una revolución que abría nuevas posibilidades. La crisis actual no es revolucionaria, como lo fué la del cristianismo y la del Renacimiento, sino que se nos presenta como una crisis de crecimiento, con superproducción de todo: de ideas, de teorías, de técnicas, las cuales no puede la sociedad absorber.
Podrán haber existido otras épocas en la historia en que la crisis fuera más aguda, más radical, más violenta, pero por ello mismo pudo ser vencida y salvada más rápidamente. La tragedia de nuestro tiempo no es tanto la violencia, sino el desorden en el campo de las ideas, la apertura de mil caminos sin saber a ciencia cierta cuál es el verdadero. Hay demasiados caminos en la filosofía, en la concepción de la justicia social, en la economía, en el destino terrenal del hombre, en los propósitos de la educación, del trabajo, del ocio, en una palabra: confusión.
La crisis actual es la del hombre perdido en el laberinto creado por él mismo y aunque es posible que sean varios los caminos que conduzcan a su felicidad, existen algunos que le llevan a su propia destrucción espiritual y en muchos casos a su propia destrucción física.
Lo difícil ahora es echar marcha atrás. Desembocará la humanidad, como el agua que abre una nueva vertiente, en un nuevo mar más agitado, más proceloso, siempre distinto, siempre en movimiento. La ciencia, en todo caso, no puede ni debe permanecer impasible ante su siembra. Se dirá que vengo confundiendo con frecuencia el sentido profundo de la ciencia en sí y sus aplicaciones técnicas. No las puedo separar en este caso, aunque lo quisiera de buena gana, para satisfacción de todos. Cualquier observador puede apreciar en el mundo de hoy el espectáculo de miles de fábricas, laboratorios, de industrias, que están al acecho ante cualquier nueva teoría, ante cualquier nuevo descubrimiento con una nueva aplicación técnica, y utilizarla con fines bastante alejados de los que intuyó el sabio investigador en su modesta posición; o no utilizarla, según convenga a los intereses privados. Hoy, señores, se compran y se venden tesoros científicos, se guardan descubrimientos en archivos custodiados por la policía, se busca en una palabra, que la ciencia no está al servicio de la sociedad sino de unos pocos. El hecho de que haya honrosas excepciones acentúa la verdad enunciada.
El científico con sensibilidad social no puede contemplar esta situación con indiferencia ni permanecer despreocupado, en sus finalidades teóricas, del gran drama que viene padeciendo la humanidad en los tiempos actuales.
Hablo como espectador de buena fé que comprende, por otro lado, la tragedia del investigador, imposibilitado de evitar resultados nunca buscados ni sospechados por él.
En diversas partes me he referido esta noche a la sociedad, especialmente a los impactos que viene recibiendo por el avance de la ciencia. Sin embargo, el concepto de sociedad no ha quedado definido, y esto parece esencial para entendernos.
Para algunos sociólogos y pensadores la sociedad seria un organismo, similar en cierto modo aun organismo animal. Este super-organismo social seria superior a la suma de las partes, presentando problemas, reacciones, que no se dan en los seres considerados individualmente.
Durkheim dice, por ejemplo: “No niego en forma alguna que los individuos sean los componentes del hecho social. El problema es sí, al unirse para dar origen al hecho social, no se trasforma por el propio hecho de su combinación”.
Para Comité la conducta justa es aquella en la cual el individuo se olvida de sí mismo para sólo tener en cuenta a la Sociedad (Cita de RM. Maciver. Comunidad.).
En el simbolismo se ha llegado hasta comparar los órganos de que se compone el hombre con las instituciones de la sociedad. “Las leyes, serian los nervios; los decretos, el cerebro; la patria, el esqueleto; los individuos, la carne, etc.,”. (Nicoles De Cusa).
Sin embargo, las cosas no están tan claras. En la sociedad, lo que forma su unidad, es la semejanza de los individuos y no la diferencia; cosa contraria sucede en el organismo vivo, en el cual las unidades son diferentes entre si para formar todas ellas, la unidad del organismo. La finalidad en este último caso es que el organismo funcione; en tanto que en la sociedad no se trata de que ésta subsista como finalidad, sino que es necesario que subsista como medio para bien de los individuos.
El estaño, el cobre y el plomo podrán renunciar a ser estaño, cobre y plomo, para transformarse en bronce, pero el hombre no puede renunciar a su ser para formar otra unidad como es la Sociedad. El hombre necesita vivir en sociedad para su más completo desarrollo y no se concibe un hombre, como unidad, que busque su bienestar fuera de la sociedad; pero una sociedad hermética, rígida, que impida el desenvolvimiento del hombre, logra precisamente el objetivo contrario que trata de buscar.
Probablemente ambos polos (el individualismo extremado y el socialismo radical) constituyen un peligro para la humanidad. Mantener un equilibrio seria, tal vez, el ideal si tuviéramos a mano alguna fórmula en donde el hombre se sintiera cada vez más hombre a medida que se va haciendo más social, o a la inversa: una sociedad que se sintiera más sociedad en la medida que va logrando mejores hombres.
¿Podrá la ciencia social encontrar una fórmula así concebida?
Hay quienes dicen que la ciencia social pretende introducirse en el campo científico, a codazos, es decir, empujando a la orilla otras ciencias a fin de hacerse paso. Algunos afirman que la ciencia social sólo se preocupa de robar materias de estudios a otras ciencias, pero que realmente no hay consistencia científica en las investigaciones sociales.
Otros ya no disimulan su animadversión a la ciencia social y declaran enfáticamente que lo que atañe a la investigación de los hechos sociales no puede ser nunca una ciencia.
Hay pues juicios para todos los gustos. Claro es que en lado opuesto existen también defensores de primera, segunda y tercera categoría.
La ciencia no está en el objeto de estudio, sino en los métodos que se usen en el estudio, o todavía mejor, en el sujeto que realiza el estudio.
El estudio de los astros, ¿es ciencia? En un principio fué algo empírico, y hoy día no nos cuesta admitir que un astrofísico es un científico de primer orden.
La ciencia social, realmente, encuentra grandes dificultades para abrirse paso, pero probablemente más que a los métodos de estudio, que hoy en día se han perfeccionado considerablemente, hay que atribuir el problema a la escasa cantidad de científicos dedicados al estudio de la sociedad.
Como dice Julián Huxley (El hombre está, solo):
“No hemos de temer por el porvenir de la ciencia social. Cuando la profesión de la ciencia social, pura y aplicada, comprenda tantos hombres y mujeres como los que ahora se ocupan en la ciencia natural, habrá solucionado sus principales problemas de nuevos métodos, y los resultados conseguidos, habrán alterado todo el clima intelectual”.
Es evidente que la ciencia social, desde su nacimiento a nuestros días se ha dedicado más a la especulación teórica que al estudio científico de los hechos sociales. Esto ha venido creando cierto escepticismo acerca de la finalidad de la ciencia social, lo cual ha conducido a que los científicos observen esta ciencia con cierta desconfianza. Sin embargo, si se considera a la ciencia social con un sentido de objetividad, sin agresiva mala fé, se podrá apreciar que lo que acontece es que los hechos sociales presentan dificultades para su análisis científico que todavía no han podido ser resueltos definitivamente. Posiblemente todas las ciencias en sus comienzos, sufrieron la misma crisis, crisis que en la ciencia social se hace más grave por la cantidad de variantes que intervienen en la vida social.
Por eso no es extraño que sociólogos contemporáneos se lamenten al ver una “ciencia social desesperada” (Medida Echevarria).
Huxley (Julián) ha señalado en uno de sus magníficos libros algunas de las dificultades que presentan los hechos sociales para su análisis científico.
En primer lugar, hay que destacar que el investigador se halla dentro, en vez de afuera, del material que investiga. Esto constituye a veces una dificultad insuperable para evitar el acento subjetivo de la investigación. Es más fácil, más objetivo, estudiar el micro o el macrocosmos, que analizar algo de lo cual formamos parte directamente.
Una segunda dificultad es que en la Sociedad no pueden hacerse experimentos plenamente controlados, del mismo modo que pueden hacerse con los animales de experimentación. En todo caso, será permisible y posible lograr alguna experiencia de corta duración en un grupo pequeño, pero en una sociedad libre, aún estas experiencias son de difícil aplicación.
Una tercera dificultad y que en cierto modo es una consecuencia de la anterior, es que “La causalidad en la ciencia social no es nunca simple y singular como en física o biología, sino siempre múltiple y compleja”.
Para Huxley, el desenredar el caótico campo de la influencia y reducirlo a una serie de causas singulares, para dar a cada una el debido peso, es mucho más fácil en la ciencia natural.
Una cuarta dificultad es la cuestión de la tendencia, equivalente al error experimental y de observación de la ciencia natural. Pero mientras en ésta existen métodos estadísticos para descontar el error de selección de las muestras, así: como el error personal, en la ciencia social los métodos estadísticos no han logrado la misma perfección. En una investigación social hoy día lleva más tiempo la selección de las muestras, que la investigación en sí. Recientemente, el Dr. Weis, en Washington nos decía que para realizar una encuesta social en Puerto Rico, de un mes de duración, llevaba el Departamento a su cargo más de un año en el estudio de la selección de la muestra.
Una quinta dificultad, es que los valores están íntimamente vinculados al hecho social. “¿Cómo puede tratarlos la ciencia?. La ciencia debe proponerse un tratamiento cuantitativo: ¿Cómo puede el científico tratar los irreductibles absolutos de la calidad? La ciencia debe ser moralmente neutra y desapasionada: ¿Cómo puede el científico manejar las bases éticas de la moral, los móviles de la pasión?” (Huxley).
Otra dificultad que presenta la investigación social es que por el mero hecho de intervenir en la sociedad, ésta se modifica, es decir, la sociedad investigada no es la misma antes y después de la investigación.
Otras muchas dificultades presenta la ciencia social. No es lógico tratarla con el mismo rigor con que se trata a las ciencias exactas y naturales, y esto es precisamente una de las causas del descrédito en que ha caído. Se pretende medirla con las mismas unidades con que se miden otras ciencias y se compara la limpieza, el rigor, la exactitud de las investigaciones matemáticas y naturales con las sociales.
Esto es inadmisible. La ciencia social permanece todavía en su fase embrionaria, pero por ello mismo debe ser motivo de hondas preocupaciones de los científicos de nuestra época.
Por otro lado, uno de los mayores problemas que existen para valorar los resultados en las investigaciones sociales, es el de la imposibilidad de realizar comparaciones con un estado fisiológico de la sociedad, es decir con una forma ideal de vida de la sociedad. Si la ciencia puede considerarse como un conocimiento cuantitativo, para lo cual es necesario contar con unidades de medida adecuada, en las investigaciones sociales se presenta el escollo prácticamente insuperable de no contar con una unidad tipo, ideal. Así por ejemplo, Huntington, considerado como un radical determinista ambiental, se ve obligado en los estudios sociológicos de los pueblos a referirse como escala de medición a la situación que se encuentra en otros pueblos y así dice: “Los pueblos intermedios, como el chino, ocupan lugares intermedios, con más automóviles que los pigneos y menos que los búlgaros” (Toynbee and Huntington: A study in determinism” The Geographical Journal london, England), CXVIII, 4, December 1952, pp. 406-428).
La especialidad en el campo de las ciencias naturales ha permitido ahondar prácticamente en todos los aspectos de la vida física. Se habrán o no logrado todos los éxitos previstos, pero los avances alcanzados en un siglo de investigaciones han sido notables. La estructura biológica se viene conociendo cada día mejor a medida que los métodos se van perfeccionando. Hay dudas, ignorancia de muchos problemas, pero lo que no cabe duda es que sobre cada uno de los mecanismos de la vida hay un investigador mirándolo de frente. No hay tierras de nadie.
En la ciencia social pasa lo contrario. Se han investigado algunos aspectos importantes de la vida social, especialmente lo que se refiere a la evolución histórica y cultural de la sociedad; a las condiciones de insalubridad de los pueblos; a los factores económicos, etc., pero todo esto no es sino una pequeña parte del amplio panorama que tiene por delante la ciencia social. Hay demasiadas tierras de nadie. Demasiadas tierras vírgenes a las cuales todavía no se atreve a entrar la ciencia social.
¿Por qué el temor a penetrar en aspectos de la vida social que permanecen todavía ignorados? ¿Por qué existen problemas sociales que nadie se atreve a estudiarlos, pasándoselos unos investigadores a otros, como pelota en juego de niños, eludiendo todos su responsabilidad?.
La ciencia social no cuenta hoy con investigadores polivalentes, con científicos que dominen todos los campos que exige un análisis riguroso. No hay una carrera universitaria que proporcione todos los conocimientos que exige esta ciencia. ¿No seria posible que una integración de investigadores canalizada hacia una finalidad social, pueda estudiar a fondo muchos de los problemas que hoy permanecen ignorados?
Me veo obligado por razones de cortesía y de tiempo a terminar.
La Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia, que hoy comienza su IV Convención Anual, tiene ante sí un gran papel por desarrollar. Se ha dedicado en estos primeros años a formar los cuadros de las especialidades, y a integrarlos en una reunión anual, en donde se exponen las realizaciones logradas en cada campo científico.
Queda una integración más por hacer, en el momento oportuno: proyectar en cada una de las ramas del saber una inquietud social, una inquietud de mejoramiento del hombre venezolano, destino final, si no de la ciencia propiamente, sí del científico patriota, para que junto a la verdad de su campo de acción busque la verdad de la vida del hombre venezolano. Porque la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (y creo reflejar el espíritu de sus componentes) es al mismo tiempo la asociación de las ciencias para el avance de Venezuela.
Esto es lo que he querido decir esta noche.