Jesús Sebastián
La articulación de los sistemas nacionales de innovación figura entre las prioridades de las políticas científicas y tecnológicas, que progresivamente se van transformando en políticas para el fomento de la innovación. Actualmente se considera que los sistemas nacionales de innovación se construyen a partir de las interacciones y colaboraciones entre los actores heterogéneos que forman parte de estos sistemas. La cooperación constituye uno de los instrumentos fundamentales para garantizar su articulación y cohesión. La cuestión para el futuro está en transformar este carácter instrumental de la cooperación en una cultura que impregne al conjunto del sistema.
En el apartado anterior se han señalado los beneficios e impactos de la cultura de la cooperación en los procesos de generación de conocimientos y tecnologías, pudiendo también analizarse las oportunidades que ofrece esta cultura en el conjunto del sistema.
La cooperación permite el fortalecimiento de las capacidades nacionales para la I+D+I a través de su complementación, favoreciendo sinergias, superando problemas de insuficiente masa crítica, incentivando la movilidad, permitiendo el planteamiento de objetivos para la I+D más ambiciosos, produciendo economías de escala y generando una dinámica participativa y de pertenencia que crea un clima más favorable, tanto para acelerar los procesos de innovación, como para incrementar los sentimientos de autoestima y utilidad de la comunidad científica y de las instituciones de I+D.
Un aspecto especialmente relevante, que constituye un objetivo generalizado, es el incremento de los niveles de coordinación al interior de los sistemas nacionales de innovación. En este sentido, se puede considerar a la cooperación como uno de los mejores instrumentos para mejorar la coordinación científica e interinstitucional. La cooperación ofrece la oportunidad de conseguir la coordinación, no por imperativos, sino sobre la base de objetivos específicos y compromisos asumidos con la expectativa de obtener un beneficio mutuo, generando asociaciones más estables y sostenibles. Las relaciones entre coordinación y cooperación en los sistemas nacionales de innovación deberán profundizarse en el futuro desde la perspectiva de generar instrumentos de fomento que potencien a ambas. Los programas integrados de I+D y las redes interinstitucionales pueden ser algunos de estos instrumentos.
La consideración de la cooperación como un elemento intrínseco de los sistemas nacionales de innovación, además de favorecer la eficacia y eficiencia de los mismos, contribuye a mejorar la imagen y la percepción social de la ciencia y la tecnología. La cooperación se percibe siempre de una manera positiva por parte de la sociedad y, en consecuencia, la asociación del esfuerzo científico con ella redundará en una mejora de su apreciación social.
Los sistemas nacionales de innovación se caracterizan por ser sistemas abiertos, como corresponde a la consideración de los procesos de innovación como procesos sociales. El carácter abierto de estos sistemas le diferencia de otras conceptualizaciones, como la de los sistemas científico técnicos o de los sistemas ciencia-tecnología-industria. Sin embargo, hay una serie de elementos bien caracterizados que intervienen en los sistemas nacionales de innovación, como son los organismos responsables de las políticas y del fomento de la I+D+I, los organismos de I+D, las universidades, las empresas, los centros tecnológicos, una variedad de centros de interfase, gestión, difusión y apoyo a las actividades de investigación e innovación y algunas organizaciones no gubernamentales y entidades financieras. La cooperación entre cada una de ellos y entre ellos constituye la clave para la armonización y rentabilidad del sistema.
La cooperación entre los diferentes tipos de organizaciones tiene fundamentos y modalidades diferenciadas. La cooperación entre Universidades tiende a fortalecer sus capacidades y ofertas docentes, así como el desarrollo de la investigación científica y las actividades de extensión (Sebastián, J., 2000a). Sin embargo, la competencia entre ellas, especialmente de las más próximas entre sí, plantea algunos obstáculos para mejorar las sinergias locales. En numerosas ocasiones se produce una mejor cooperación entre las universidades en la dimensión internacional que en la nacional. En este sentido, existe todavía la necesidad de interiorizar más profundamente en las universidades una cultura de la cooperación que permita, a través de la complementación de sus capacidades, cumplir mejor su misión de servicio a la sociedad.
La cooperación entre las empresas en el ámbito del desarrollo tecnológico y la innovación está guiada por unas estrategias que tienen como objetivo la mejora de la productividad, de su posición en el mercado y de sus beneficios. Esta cooperación está condicionada por los límites de estas estrategias en términos de confidencialidad y de valoración de riesgos, así como de algunos aspectos socioculturales, entre los que la confianza juega un papel fundamental. El binomio confianza/desconfianza ha sido señalado como un factor crítico en el futuro desarrollo empresarial, superando incluso en importancia al factor del conocimiento (Binfield, R. and Beg, H., 1997). Asimismo, entre los factores externos que impulsan la innovación, los empresarios españoles señalan en una reciente encuesta los siguientes: cooperación con proveedores, cooperación con clientes, cooperación con otras empresas, cooperación con centros de investigación y cooperación con universidades (Fundación Cotec, 1999). De acuerdo con esta encuesta, la cooperación figura como una cultura explícita entre las empresas innovadoras.
El análisis de las relaciones entre empresas y universidades y centros de I+D ha sido ampliamente tratado y debatido. La madurez de estas relaciones es uno de los criterios para evaluar la articulación de los sistemas nacionales de innovación, en la medida en que son los principales actores en la ejecución de la I+D en la que puedan fundamentarse innovaciones de base tecnológica.
Las tendencias en la colaboración entre universidades y empresas muestran la existencia de una evolución en los planteamientos. Una primera etapa está marcada por la mera oferta de servicios por parte de las universidades. Esta etapa está definida por unas relaciones unidireccionales sobre la base de la existencia de unos servicios en las universidades que pueden ser utilizados por las empresas como simples clientes. Una segunda etapa se define por una relación más estrecha de oferta/demanda, especificada como de vinculación empresa-universidad. La tercera etapa se caracteriza por una interacción basada en actividades conjuntas, en las que hay compromisos institucionales explícitos. Esta etapa se define como de cooperación empresa-universidad. Supone un grado mayor de interacción, especialmente por parte de las empresas, que no son solamente clientes de las universidades, sino socios de ellas en proyectos y actividades conjuntas a través de acuerdos y alianzas, así como de consorcios multiinstitucionales (Sebastián, J., 2000b).
La densidad de las redes de innovación señala también el grado de articulación de los sistemas nacionales de innovación. Estas redes, constituidas por actores heterogéneos, facilitan las interacciones entre los entornos científicos, tecnológicos, industriales, financieros y de mercado, mostrando su utilidad tanto en el ámbito de la innovación de productos, procesos y servicios, como en el de la difusión tecnológica en diferentes sectores productivos.
Las políticas orientadas a la articulación de los sistemas nacionales de innovación requieren de instrumentos adecuados para el fomento de la cooperación entre los diferentes actores. Las redes de cooperación, en sus diversas tipologías, constituyen no solamente uno de estos instrumentos sino, especialmente, un modelo organizativo para el conjunto del sistema (Sebastián, J., 2000c). Las ventajas y oportunidades que ofrecen las redes se pueden aplicar al interior de los sistemas nacionales de innovación, tanto para organizar el entramado institucional como para la organización funcional de las actividades de I+D+I.
La organización en red contribuye a potenciar las infraestructuras y recursos humanos existentes, además de aliviar la asimétrica distribución de las capacidades para la I+D+I en la mayoría de los países, donde la geografía de la innovación muestra la existencia de unos pocos polos de desarrollo científico y tecnológico junto a extensas áreas de menor desarrollo. La organización en red facilita la interacción y la complementariedad, favoreciendo la cohesión territorial. Desde el punto de vista funcional, las redes de cooperación representan una modalidad muy adecuada para organizar las actividades de I+D, especialmente en países y en áreas científico técnicas donde existen masas críticas insuficientes y debilidades en los grupos de I+D. La organización funcional en redes de investigación permite aprovechar mejor los recursos existentes que la organización basada en microproyectos, con una participación muy reducida de recursos humanos, lo que conduce a una centrifugación y atomización de los esfuerzos y capacidades.
La asimilación de la cultura de la cooperación en los sistemas nacionales de innovación requiere, a su vez, cambios en algunos de los enfoques de las políticas, que serán comentados más adelante, y cambios culturales en las comunidades científicas, valorizando más las colaboraciones y la apropiación social del resultado del trabajo de investigación. Este planteamiento obliga a cambios en los criterios de evaluación y de reconocimiento a la labor de los miembros de las comunidades científicas, basados en la actualidad más en las aportaciones individuales que en las colectivas y en un relativo menor peso de la oportunidad y la pertinencia. La extensión de la cultura de la cooperación en los sistemas nacionales de innovación requiere reconsiderar los criterios de evaluación.
El escenario del desarrollo científico, tecnológico y de la innovación se ha ampliado en los últimos treinta años hasta convertirse en un escenario único, el escenario mundial. La progresiva internacionalización de los procesos de la I+D+I, de las instituciones de I+D y de las empresas innovadoras ha ido acompañando, a veces, como impulsora y otras, como consecuencia, a los procesos de mundialización de la política, la economía y los hábitos sociales.
La dimensión local y la dimensión internacional forman parte de un binomio que incluye aspectos diferenciados con su propia especificidad, pero también espacios de interacción e influencia mutua. Las políticas científicas y tecnológicas deben considerar las dos dimensiones, así como sus interrelaciones. La construcción de un sistema nacional de innovación como un sistema abierto tiene necesariamente que articularse en el nivel regional y mundial.
La cultura de la cooperación en la I+D+I integra la dimensión internacional y constituye, en la práctica, un motor para la internacionalización y una variable estratégica.
Las funciones y el papel de la cooperación internacional en la I+D+I son múltiples, pudiendo destacarse la creación de capacidades nacionales, la complementación de estas capacidades, el fortalecimiento institucional y empresarial, la ampliación de los recursos financieros, la internacionalización de la comunidad científica, la articulación internacional de los sistemas nacionales de innovación y la contribución a la cooperación para el desarrollo. Cada uno de estos papeles y funciones tendrá un peso diferente dependiendo del nivel de desarrollo científico y tecnológico de los países y de sus instituciones. Los énfasis serán mayores en la complementación de las capacidades en la cooperación entre países de mayor desarrollo y en la cooperación horizontal, mientras que en la cooperación entre los países más desarrollados con los de menor desarrollo, los énfasis serán mayores en la creación de capacidades y el fortalecimiento institucional en éstos últimos.
La cooperación internacional ha sido tradicionalmente, y es todavía, un importante instrumento para la creación y fortalecimiento de las capacidades nacionales a través del asesoramiento, formación e intercambio de experiencias en el ámbito de la organización y gestión de la I+D+I, la creación de infraestructuras físicas, la formación y especialización de recursos humanos para la I+D+I, la apertura de nuevas áreas de I+D, la mejora de la calidad en la investigación y la innovación, así como la adquisición de valores, conceptos y métodos de trabajo.
La complementación de las capacidades nacionales para la I+D+I constituye un objetivo y un resultado de la cooperación internacional. A ello contribuye la superación de la masa crítica en determinadas áreas, la movilidad e intercambio de científicos y tecnólogos, la creación y/o participación en infraestructuras científicas internacionales, el desarrollo conjunto de proyectos de investigación, desarrollo tecnológico e innovación, la contribución al avance de los conocimientos y tecnologías en la megaciencia, el abordaje de problemas científicos y tecnológicos que tienen una dimensión supranacional, la pertenencia a redes internacionales de cooperación y el mejor acceso a la tecnología, a través del codesarrollo, la difusión y transferencia.
La cooperación internacional ha sido percibida tradicionalmente, especialmente por los países de menor desarrollo, como una fuente de financiación. Sin embargo, actualmente, esta no es su principal función, no solamente porque los flujos financieros tradicionales son cada vez más escasos, sino porque todas las otras funciones de la cooperación internacional le ganan en importancia e impacto. En cualquier caso, la cooperación internacional permite sumar y movilizar esfuerzos financieros adicionales, especialmente a través de esquemas de cofinanciación, así como reducir costes y riesgos.
El fortalecimiento institucional, empresarial y del propio sistema nacional de innovación es un resultado tangible de una cooperación internacional planteada adecuadamente. De hecho, este debe ser el criterio para evaluar la eficacia de la cooperación. Las mejoras en las capacidades, calidad, competitividad, visibilidad y reconocimiento internacional deben ser los parámetros para llevar a cabo la evaluación.
Un aspecto específico de la cooperación internacional en la I+D+I es el de la cooperación para el desarrollo. Los objetivos y los correspondientes instrumentos corresponden a tres ámbitos: la creación de capacidades endógenas y autosostenibles, así como el fortalecimiento institucional de los países de menor desarrollo; la ejecución, preferentemente conjunta, de actividades de I+D+I en problemas o temas de interés para estos países y la transferencia de conocimientos y tecnologías para mejorar la capacidad productiva, la modernización tecnológica y el nivel de competitividad de las economías de los países de menos desarrollo. Estos objetivos son compatibles con muchos otros, en esquemas de cooperación integrados e híbridos, que incluyen la colaboración con todo tipo de países e instituciones.
La geoestrategia de la cooperación internacional es muy variada. En el ámbito de la I+D+I todos los países son participantes más o menos activos. Como se ha señalado anteriormente, hay diferencias entre los objetivos y modalidades, así como en las simetrías en la cooperación, los liderazgos, el nivel de los compromisos y la percepción del mutuo beneficio.
La mayor rentabilidad de la cooperación se consigue cuando se tienen objetivos precisos y estrategias adecuadas para ellos, comenzando por la selección de los socios y las modalidades, así como la negociación de las condicionalidades y la utilización de los resultados. Los modelos activos de cooperación frente a los pasivos son fundamentales para maximizar beneficios e impactos. Estos planteamientos están conduciendo a una mayor diversificación y a un mayor énfasis en la cooperación a la carta, e incluso a la cooperación informal, poniendo en cuestión la cooperación tradicional basada en la participación en programas de oferta de organismos internacionales y países, que propician marcos para la cooperación homogéneos y poco flexibles.
En la medida en que los programas de cooperación de oferta se adecuan más a los objetivos de los actores, éstos tienen un mayor atractivo y utilidad, generando dinámicas de cooperación que trascienden a los propios límites de estos programas. Los programas Marco de I+D y EUREKA tienen un gran poder de movilización en el ámbito europeo, como ha sido también el caso del programa CYTED e IBEROEKA en el ámbito iberoamericano. El creciente papel activo de las instituciones, las empresas y la comunidad científica está contribuyendo al incremento de la cooperación internacional entre las universidades (Sebastián, J., 2000a), de la dimensión internacional de la cooperación empresa-universidad (Sebastián, J., 1999b) y entre las empresas (Niosi, J., 1999; Ag¸ero, E., Suárez, F. y Sebastián, J., 1999), contribuyendo a la extensión de la cultura de la cooperación y a la internacionalización de los sistemas nacionales de innovación.